Este año ya
habíamos iniciado el estudio de las emociones con nuestros alumnos y alumnas
después de trabajar con el vídeo de La casa de los cubos. Ahora nos proponíamos
leer el libro de Jacqueline Wilson (Preocupados punto com) recomendado por las compañeras de 6º curso,
Clara y Laura. Lo cierto es que la respuesta de los niños fue muy positiva y
que, en ocasiones, se consiguió crear un clima de sinceridad y confianza en la
clase que permitía que cada cual pudiera contar sus propias vivencias.
Además de los coloquios después de cada capítulo del libro, también hemos hecho resúmenes de los principales problemas (que se exponen a continuación) y dibujos en el bloc de Plástica.
Holly es una
niña que tiene una preocupación y es que va a tener una madrastra. Su madre
verdadera se había marchado de casa hace mucho tiempo y ahora su padre conoció
a otra mujer, pero Holly no quería tener madrastra porque en muchos cuentos la
madrastra es mala.
Holly estaba
enfadada y tenía que cuidar de su hermana Hanna, no podía jugar ni nada… Al
final sale de paseo con su madrastra y se pelean pero después de mucho hablar,
se reconcilian. (Estefanía, 11 años)
Greg era un
chico que estaba por una niña llamada Holly y lo contó en una web del colegio
inventada por el profesor Belos. Un día Greg puso sus pies en la silla de Holly
y ella le sonrió.
En una
excursión organizada por el cole, Greg quería sentarse con la niña y se lo pidió
a su profe, pero el señor Belos no lo entendió y lo sentó con otra chica. Al
final, Greg y Holly se hacen novios. (Brenda, 11 años)
Samantha
tiene una preocupación y es que echa de menos a su padre. Nada es igual desde
que se marchó. Sus padres se peleaban mucho y ella tapaba los oídos de su
hermano con sus manos para no oir los gritos. Al final el padre se va con otra
mujer que se llama Sandy.
En el cole
Samantha también tiene problemas y cree que su profesor preferido ya no le hace
caso. Ella se enoja y rompe un dibujo de sus papás con mucha rabia. El señor
Belos la lleva al jardín para que se tranquilizara y descubrió que cavando y
plantando semillas se sentía más a gusto. Al final pudieron comer un sándwich
especial con tomates caseros. (Micaela, 11 años)
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