sábado, 30 de noviembre de 2013

NUEVA LEY EDUCATIVA



Esta semana se ha aprobado la LOMCE (Ley Orgánica de Mejora de la Calidad de la Enseñanza, o ley Wert, como se conoce popularmente).

Muchas han sido las manifestaciones y las huelgas en su contra realizadas durante estos dos años (la última esta misma mañana). Pero, a pesar de todo, la ley ha sido aprobada con los votos del partido en el gobierno (que tiene mayoría absoluta) y con el voto en contra de todos los grupos parlamentarios.

Para entender la nueva ley y sus principales aportaciones es interesante este artículo publicado en EP el 26 de noviembre y titulado "Las claves de la LOMCE". En él se señalan estos puntos como aspectos más relevantes:
  • El currículo.
  • Reválidas.
  • Especialización y autonomías.
  • Itinerarios
  • Religión y Ciudadanía.
  • Concertada.
  • Segregación por sexos.
En este otro artículo "37 años y siete leyes educativas" (publicado el 28 de noviembre por EP) se hace referencia a las diferentes leyes educativas de los últimos años y que pone de manifiesto el vaivén a que estamos sometidos docentes y escolares:
  • 1970. LGE. (Anterior a la Constitución).
  • 1980. LOECE. Gobierno del Partido Popular.
  • 1985. LODE. Gobierno del PSOE.
  • 1990. LOGSE. PSOE.
  • 2002. LOCE. PP.
  • 2006. LOE. PSOE.
  • 2013. LOMCE. PP.
En general, nos parece interesante este especial del periódico "El País" dedicado a la reforma educativa. En él se incluyen diferentes artículos sobre el tema, como éste que explica que con la nueva ley se puede llegar a estudiar Economía sin haber estudiado Matemáticas en el Bachillerato.

Finalmente, señalar a autores como Fernández Enguita que escriben artículos tan demoledores como el titulado "Entre todos la mataron y ella sóla se murió".

 

sábado, 16 de noviembre de 2013

LA VERA CRUZ DE SEGOVIA




Iglesia del siglo XIII cuya construcción se atribuye a la Orden del Santo Sepulcro (en la actualidad pertenece a la Orden de Malta). Está situada a las afueras de Segovia, saliendo hacia Zamarramala y desde su emplazamiento se observan bonitas vistas de la ciudad y del Alcázar. 

Tiene planta dodecagonal, con tres ábsides orientados hacia el este (posteriormente se añadió la torre, en la parte sur, y un cuarto ábside en la parte norte). Tiene dos portadas, una occidental y otra meridional.

La portada occidental se abre bajo un tejaroz con canecillos y metopas. Tiene tres arquivoltas de medio punto decoradas con motivos geométricos en zigzag y un guardapolvos con ajedrezado jaqués. La arquivolta interior, así como el tímpano y las mochetas son lisas. Los capiteles muestran, de izquierda a derecha, a dos demonios; motivos vegetales, el central, y el busto de un hombre y una mujer. En el lado derecho aparece un león y una lucha de guerreros; dos parejas de aves afrontadas y dos sirenas-pájaro en el tercer capitel. 

La portada meridional es más sencilla, no tiene tejaroz y dispone de una arquivolta menos. Tiene dos capiteles a cada lado, los exteriores presentan una estructura con torreones, en uno con un hombre y una mujer tras una hoja palmeada y en el otro con dos originales arpías. Los capiteles interiores ofrecen motivos vegetales. 

El interior del templo aporta lo realmente sorprendente de esta edificación. Se trata de una estructura de doce lados que se une a los muros mediante arcos fajones. La estructura tiene dos pisos, el inferior tiene poca altura y es una cripta con bóveda de crucería y robustas columnas que se abre a los cuatro puntos cardinales. 

Al piso superior se accede por una escalinata y tiene una bóveda con cuatro arcos paralelos dos a dos que se cruzan formando un rectángulo. También se aprecian siete vanos en altura, otros dos aspillerados a media altura y otros dos más grandes (uno orientado hacia el este, que permite ver el ábside central y otro orientado hacia el oeste, que es el que da acceso a la estancia). En la parte superior se aprecia un ventanuco que comunica con una cámara secreta. 

En el piso superior se encuentra un bloque de piedra que parece un altar, está decorado con arcos en bajorrelieve, de frente aparecen arcos ojivales cruzados sobre columnitas con fuste en zigzag, mientras que los arcos de los laterales tienen el fuste recto y un arco de herradura añadido. 

El exterior de esta estructura combina arcos ciegos con vanos y tiene columnas, con capiteles corintios, que recorren las aristas desde el suelo hasta los arcos fajones. En la separación de ambos pisos aparece una imposta que da la vuelta al edículo. 

Los tres ábsides son sencillos, el central presenta una talla de Cristo Crucificado del siglo XIII. 

(Elaborado por Valentín Abalo a partir de "Guía del románico en España", de Jaime Cobreros, Editorial Anaya, 2007 y la web arquivoltas de Antonio García Omedes). 

viernes, 15 de noviembre de 2013

EL HÁMSTER




Al empezar el curso y además de explicar los programas de cada asignatura, les hablo a los alumnos de los proyectos que podemos realizar. Uno de ellos es tener animales en clase, para estudiarlos y aprender a cuidarlos.

El hámster, por ejemplo, ha causado una gran expectación.  Lo presento a todos los niños y le limpiamos la jaula (mientras tanto lo cojo y lo acaricio y luego lo coloco en una esfera de plástico para que se mueva por la clase). Les pido que en casa escriban sobre el ratoncito (por cierto, la palabra ratón parece que no gusta tanto como hámster) y, al día siguiente, leemos y comentamos las redacciones.

Algunos como Jhon (10 años), hacen una descripción muy científica, incluso con medidas,

“Nuestro hámster se llama Gominola. Hoy le hemos cambiado su paja y le pusimos en una bola donde rodaba y rodaba y chocaba con todo. Su comida es todo tipo de frutos secos y toma muy poca agua. En su jaulita hay una rueda donde se sube para hacer ejercicios y es muy gracioso verlo. El hámster es un mamífero roedor de 20 a 30 cm de longitud. Su jaulita es muy guay y hasta tiene un tobogán que le lleva a su habitación”. 

Otros, como Isabella (10 años), muestran su lado más sensible y nos cuentan que se despiden de él cada tarde,

“Cada día le cambiamos el agua a nuestro hámster y cada dos días le ponemos la comida. Entonces sale de su habitación, baja por el tobogán y se mete en el cuenco de la comida. Es muy mono y cada día le saludo y me despido de él. Me gustó mucho cuando lo ví por primera vez con su bola”. 

Otras niñas se muestran muy contentas y agradecen al profe la idea de tener animales en clase, como Ouiam (11 años),

“El hámster es un animal pequeño y bonito. El hámster de nuestra clase es ruso. Nosotros le cuidamos mucho y nos gusta tenerlo en clase, por eso voy a contar cómo le cuidamos: Le cambiamos el agua y la comida y, una vez a la semana, los viernes, le hacemos limpieza general. Le limpiamos su casita, su habitación y le ponemos paja que huele a limón. Todo esto no lo hacemos solos sino que nos ayuda nuestro profe, llamado Valentín, que cuida mucho al hámster, lo acaricia, nos dice cómo cuidarlo, etc. ¡Es un genio con los animales!” 

La idea les gusta también a los que ya conocen al hámster porque lo tienen en casa, pero tenerlo en el cole es novedoso, es el caso de Kevin (11 años),

“Hoy hemos cambiado muchas cosas de la jaula del hámster, el serrín, la comida, el agua, le hemos arreglado su dormitorio e incluso hemos limpiado la jaula con agua y papel. El hámster es muy gracioso, gordito y muy juguetón. El profe Valentín lo ha metido en la bola ¡y no veas como corre! Ha chocado un montonazo de veces y ha estado por mi lado mucho rato, porque se queda en los rincones de la clase. A mí no me llama mucho la atención porque tengo dos en casa, pero lo importante es que lo tenemos. ¡Gracias, Valentín!” 

Posteriormente, en el Cuaderno de Campo, hacemos un estudio del animal siguiendo un esquema: 

¿Cómo es?
¿Qué clase de animal es?
¿Qué come?
Curiosidades.

Este es el Cuaderno de Campo de Nicole




miércoles, 13 de noviembre de 2013

MONTAR EN BICI


La bici es algo que va asociado a la infancia, que hemos vivido cuando éramos niños y que volvemos a revivir cuando tenemos hijos... Este artículo de Santiago Roncagliolo, publicado en EPS el pasado 20 de octubre, trata sobre el tema de una manera muy graciosa. Se titula "Adultez para principiantes" y la ilustración es de Pep Montserrat.



No sé montar en bicicleta. Ya está. Ya lo he dicho.

Cuando tenía cinco años, mis padres me compraron una. Pero a la primera caída decidí que eso no era para mí. Mis padres eran intelectuales. No se les ocurrió mejor idea que respetar la decisión del niño en vez de obligarlo a aprender, como Dios manda.

A los veinte años, mi chica insistió en enseñarme. Como estaba enamorado, acepté. Mientras yo me caía y hacía el ridículo, su hermanita de seis años pasó a nuestro lado en su bici sin rueditas y me dijo, con una sonrisa de sorna:

–¿Tan grandazo y no sabes montar en bicicleta?

Me largué de ahí. Y rompí con esa chica.

Ante la incomprensión del mundo, suelo defenderme con un argumento de física elemental: es absolutamente imposible que las bicicletas se mantengan erguidas. Las cosas, si no tienen apoyos, se caen al suelo. Todo el mundo lo sabe. Un día, de repente, todos los ciclistas del mundo se darán cuenta y se partirán la cabeza.

Creo que, de tanto repetirlo, me lo he llegado a creer.

Pero ahora tengo un hijo. Y ese canalla insolidario y mezquino de cinco años ha aprendido a montar en bicicleta. Lleva meses diciéndome:

–Papi, ¿no te gustaría ir juntos en bicicleta?

O:

–Papi, qué pena que no sepas montar.

O la más humillante:

–Papi, si quieres, te enseño a montar.

Los niños te vuelven adulto. Te hacen notar y corregir todas las carencias de ti mismo que siempre te negaste a afrontar. Desde el nacimiento del mío, he sacado el carné de conducir, he hecho terapia, aprendido catalán, practicado ejercicio, luchado contra mi neurosis, mejorado mi relación con la tecnología y organizado mi contabilidad. Pero comprendo que ha llegado la hora de dar el último paso hacia una adultez plena.

Durante una semana busco en Internet instrucciones para montar en bicicleta. Cómo poner la cadera. Qué precauciones tomar. No hay nada. Es una ciencia sin teoría. ¿Cómo rayos ha aprendido todo el mundo?

Al final recluto como profesor particular a mi amigo más deportista. El pobre cree que va a ser fácil.

–Diez minutos –me dice–. O diez segundos. Montar en bici es lo más sencillo del mundo.

–Hermano –le respondo tristemente–, no sabes con quién estás hablando.

Escogemos una calle peatonal y vamos de noche, a la hora en que no circulan niñas tocapelotas como la hermanita de mi ex. Y me subo en la bicicleta.

–¡Ahora pedalea!

Al primer esfuerzo me caigo. Y al segundo. Y al decimocuarto. Mi amigo me empuja en la bicicleta como a un niño. Y tampoco funciona. Mi amigo teme que yo tenga una enfermedad neuronal. Puedo leerlo en su rostro.

Los transeúntes creen que voy borracho o drogado, cosas más normales que no saber montar en bicicleta. Yo me sigo cayendo. Estoy bañado en sudor y ni siquiera he avanzado un metro. Estoy a punto de dejarlo e irme a mi casa a llorar.

Hasta que, al fin, entiendo la única lección que hay que aprender, la que no está en Internet: sigue pedaleando.

Cuando te vas a ir de cara contra el suelo, no te detengas: acelera. Es difícil que tu cuerpo acepte esa regla porque atenta contra todo instinto de autoconservación, igual que la bicicleta atenta contra la regla física de que debería caerse.

¿Por qué me cuesta más aprender a mí que a un niño de cinco años? Porque tengo más miedos: si tuviese cinco años, mi único miedo sería que me manden a dormir sin postre. Hacerse adulto es irse cargando de temores: plazos de entrega, números de cuenta en rojo, enfermedades y cosas que pueden salir mal.

Cuando comprendo eso –y que la bici tiene freno de mano– comienzo a pedalear de verdad. De repente, el viento corre a mi alrededor. La bicicleta avanza. ¡Estoy derrotando las leyes de la física, toda mi historia personal, a todas las hermanitas repelentes del mundo!

Y entonces me estrello de cara contra un poste.

viernes, 1 de noviembre de 2013

LA CAMORCA



Iniciamos la senda después de dejar los coches en el aparcamiento de Majavilán (1375 metros de altitud).  Observamos el  pino silvestre, con su característico tronco de color asalmonado en la parte superior y helechos, en las zonas sombrías.

Cruzamos dos vallas que sirven para retener al ganado y llegamos al Camino Viejo de Segovia, una pista que aparece señalada con discos rojos y con rayas blancas y amarillas (el PRM-30). La pista cruza varios arroyos y en sus orillas crecen algunos ejemplares de acebo.

Vemos el desvío que sube, a la izquierda, hacia el collado de Marichiva, pero nosotros seguimos hacia la derecha, para llegar a un claro desde donde observamos el collado Ventoso y el pico de Majalasna (uno de los Siete Picos) a contraluz.

Más arriba, en lugar de seguir en línea recta, decidimos seguir hacia la derecha, por la Calzada Romana, que en algunos puntos coincide con la Calzada Borbónica y nos lleva al puerto de la Fuenfría (1793 m). En el puerto vemos pinos silvestres que tienen la copa asimétrica, por acción del viento. También vemos el monumento dedicado a  la Calzada Romana  (Vespasiano, siglo I después de Cristo) y a la Asociación de Amigos de Camino de Santiago.

Del puerto de la Fuenfría parten varias sendas, la de los Cospes, que se prolonga en el camino Schmid, y la Calzada Romana que continúa hacia Segovia. Nos hacemos una foto con el Montón de Trigo al fondo y continuamos caminando por la calzada, que atraviesa los pinos de Valsaín, hacia Segovia.

Continuando la senda llegamos a las ruinas de Casarás (1704 m), una casa señorial construida durante el reinado de Felipe II como zona de descanso antes de llegar a su palacio de Valsaín (hoy destruido).

La fuente de la Reina está a tres km del puerto de la Fuenfría y es otra zona de descanso. Felipe V había decidido construir el palacio de la Granja en 1718 y ello implicó una reparación de todo el camino desde Madrid.

Más adelante dejamos la pista y nos desviamos a la derecha para subir a la Camorca (1812 m). Arriba vemos el refugio y la torre de vigilancia contra incendios. 

Desde La Camorca miramos hacia el sur y vemos, al oeste, el Montón de Trigo y la Mujer Muerta. Hacia el sur está Siete Picos y la Cuerda Larga. Y hacia el este aparece Peñalara y Dos Hermanas. Si miramos hacia el norte vemos la submeseta (y Segovia).

Al descender de La Camorca vemos caballos pastando, luego continuamos por la pista y regresamos a la Calzada Romana. Volvemos a pasar por la Fuente de la Reina y, más adelante, estamos, de nuevo, en el puerto de la Fuenfría.

Desde el puerto volvemos a bajar por el Camino Viejo de Segovia y llegamos de nuevo a Majavilán.

(Senda organizada por los Amigos de la Montaña. Ver ficha técnica).