Córdoba es una ciudad que se puede visitar en un fin de
semana, al menos para tomarle el pulso y comprender que hay que volver, porque
es una ciudad que enamora.
El viernes por
la tarde visitamos los jardines de la Victoria y entramos en la Judería (donde
nos instalamos) atravesando la puerta de Almodóvar. Disfrutamos de las cascadas
de Cairuán y del patio mudéjar del Hotel NH, en plena muralla árabe. Luego
cenamos en Moriles (salmorejo, berenjenas con miel, flamenquines, queso de Zuheros
y Montilla frío) detrás del "Oxidado", (un nuevo hotel de lujo cuya
arquitectura parece, efectivamente, una estructura de hierro oxidado). La copa
la tomamos en el Mercado de la Victoria, con mucha gente, música de diferentes
estilos y bares para tapear.
El sábado
madrugamos para ver la Mezquita (a las 8:30, antes de la misa) y disponemos de
una hora para perdernos en ese hermoso bosque de columnas califales. Después visitamos
el exterior, el Patio de los Naranjos, el Campanario-Alminar y las diferentes puertas árabes. Luego nos acercamos al Puente Romano,
lo cruzamos lentamente observando el meandro del Guadalquivir y los molinos y
la noria de la Alboláfia. Al final, llegamos a la Torre de la Calahorra y
aprovechamos para hacer algunas fotos del casco antiguo de Córdoba, con el
puente y la catedral de fondo.
Regresamos a la otra orilla y visitamos algunos patios (durante
el mes de mayo se celebra el festival de los patios cordobeses) para admirar el
colorido de las flores y el olor a azahar. Después recorremos el Paseo de la
Ribera y comemos por la zona de la plaza del Potro (Taberna del Río y Taberna
de la Alquería).
Por la tarde seguimos visitando patios, los de San
Basilio son los que más nos gustan, con esa arquitectura popular tan
característica. Tomamos un refresco en el Soho de la Ribera (música en directo)
y cenamos en la Asociación de Plateros (muy bueno el bacalao). A las 11 de la
noche tenemos entradas para hacer una visita nocturna a la Mezquita (impresionante
la música y la voz de Pepe Mediavilla, que doblaba a Morgan Freeman en Invictus) .
Terminamos con un helado en la plaza de las Tendillas (La
Flor de Levante). Esta plaza nos permite adentrarnos en el ensanche de la
ciudad y visitar el ayuntamiento, las ruinas romanas recién descubiertas (un
templo y restos de murallas) y la plaza porticada de la Corredera, para llegar
a la plaza del Potro (luego regresamos por la Mezquita, la avenida del doctor
Fleming y llegamos a la judería, de nuevo).
El domingo visitamos
la sinagoga (s. XIV y estilo mudéjar) y desayunamos en Casa Roldán. Más tarde
entramos en el Alcázar de los Reyes Cristianos (1328), paseamos por sus
jardines y sus fuentes y apreciamos la colección de mosaicos romanos (s. II y
III DC). Aún nos queda tiempo para visitar algún patio más y hacer algunas
compras (Alminar, en la calle Albucasis, y Artesanía La cordobesa).
Como
despedida comemos en Casa Pepe con la familia de nuestra amiga Inés y volvemos
a disfrutar de la gastronomía cordobesa: salmorejo, mazamorra, berenjenas con
miel, flamenquines, croquetas, pastel cordobés, etc.
Regresamos a casa al atardecer, con un buen sabor de
boca, imágenes inolvidables y el olor a azahar que lo impregna todo. Y
prometemos volver, porque queremos visitar alguno de los museos (como el
Arqueológico), acercarnos a Medina Azahara y volver a perdernos en la Judería y en
el bosque de arcos de herradura. Córdoba enamora.
2 comentarios:
Es un orgullo como cordobesa leer tus palabras. Ha sido un placer poder compartir con vosotros este viaje tan especial y ser anfitriona en mi tierra. Cierto es, que Córdoba enamora tanto a los que vienen a visitarla, que siempre repiten; como a los que somos de aquí, que presumimos de ella allá donde vamos. Deseando que volváis a repetir.
Aunque con retraso, muchas gracias por tu comentario, Inés
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