lunes, 19 de agosto de 2024

EL ESPETO

 


Cuando vi por primera vez la portada de El País con esta pintura de Mariscal supe que la quería copiar. Y la ocasión se presentó pronto porque el verano estaba a la vuelta de la esquina.

Dividí el lienzo en cuatro partes y empecé con el dibujo a lápiz. Luego preparé los colores y comencé a cubrir el fondo, me gustaba esa línea inclinada del final de la mesa que ya indicaba una visión particular del espacio. Con el mismo azul empecé a colorear el mantel dejando espacio para los cuadros blancos. Al día siguiente me di cuenta de que algo no iba bien, el azul del mantel no era correcto y pasaron varios días hasta que descubrí que se trataba de un azul cyan ultramarino.

Luego inicié el trabajo con la aceitera, a base de azul y amarillo, además de unas gotas de rojo para dar esa sensación oleaginosa, y el blanco para señalar los rayos de luz. Pronto pasé a realizar la mancha del resto de objetos, los vasos, el salero, el plato con las sardinas y los cubiertos. Los vasos de vino eran muy particulares, el rojo no era sólo el rojo cadmio sino que tenía unas gotas de negro para parecerse al vino de Toro. El salero era una gama de grises a base de mezclar el negro y el blanco en distintas proporciones. El tenedor y el cuchillo también utilizaban esos tonos grises. Pero el centro de la imagen era el plato de sardinas, un plato de cerámica blanco, decorado con detalles azul ultramar y dentro el espeto, unas sardinas alegres que nos miraban con ojos saltones y que ofrecían esas escamas tostadas a base de rojos, amarillos, naranjas y ocres. Y el detalle del perejil, a base de azul y amarillo, y el limón, que utiliza el amarillo cadmio limón pero que yo al principio no captaba.

Y después vendría el contorno de las  figuras, ese negro que Mariscal, a la manera de Van Gogh y Picasso, utiliza para resaltar cada objeto delimitando su silueta.

Y, al final, así queda el cuadro, una especie de bodegón distorsionado que invita a comer el espeto aderezado con sal y aceite y con un buen vaso de vino. Y unos cubiertos que sintetizan la mente del pintor, un cuchillo recto y afilado y un tenedor que se contornea y se desdibuja con su propia sombra.

¡Que lo disfrutes!


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