En septiembre empiezan los colegios y todo vuelve a la rutina, los niños y jóvenes se acuestan más temprano porque tienen que madrugar, las comidas en casa vuelven a su horario habitual, los comercios saben qué pedido hacer, el tráfico se normaliza (o se desorganiza), etc.
Es el momento en que se oye aquello de que "no puedo hacer nada con él, a ver si me lo educas"... Sí, los padres y madres (y los abuelos y abuelas) hemos pasado el verano sin poner ningún tipo de normas con nuestros hijos y ahora queremos que de un día para otro coman de todo y en la medida oportuna, no griten, sepan jugar y compartir con los compañeros, respeten a los mayores, etc.
La escuela se tiene que enfrentar a estas situaciones para educar en valores e inculcar unas normas de convivencia; por otro lado, debe trabajar unos contenidos curriculares que permitan que los jóvenes ocupen un lugar en la sociedad y, además, la escuela debe actuar como mediadora ante los conflictos sociales que viven nuestros alumnos y alumnas, como es el caso de la experiencia argentina que ahora contamos.
Se trata de un colegio de un barrio humilde de Buenos Aires que aborda con su alumnado un conflicto social que les salpicaba, una guerra de pobres contra pobres por la ocupación de un parque y por la petición de viviendas dignas con agua corriente, calles asfaltadas y transporte público.
En este enlace podéis leer la noticia.
(Fotografía de Silvia Freydlewky sobre los protagonistas de la noticia)
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