El siguiente artículo se empezó a escribir en el verano de 2014 y, después de darle muchas vueltas, al fin decido publicarlo introduciendo varios cambios. El tema de la LOMCE ya ha sido tratado en este blog en 2013 (Nueva ley educativa), pero creía importante hacer una valoración a partir de su precipitada puesta en marcha durante este curso académico. Pido disculpas por su extensión y prometo volver a la publicación de los trabajos de clase que mis alumnos me están pidiendo.
LA LOMCE Y EL CURRICULO
Después
de casi un año de implantación de la LOMCE y del desarrollo de los contenidos
por las Comunidades Autónomas, nos proponemos hacer un análisis de la nueva ley
educativa. Así, queremos valorar no sólo el soporte legislativo sino también su
aplicación en los colegios, con las nuevas asignaturas propuestas y las nuevas
formas de organización y reunión del profesorado.
La LOMCE
propone una serie de asignaturas troncales donde el Gobierno central fija los contenidos
(Lengua, Matemáticas, Ciencias Sociales, Ciencias de la Naturaleza y primer
idioma). Para las asignaturas específicas (E. Física, Religión o Valores) fija
los objetivos y criterios de evaluación y las autonomías determinarán el
temario concreto. Y esto mismo ocurre con otras asignaturas como la Educación
Artística y la segunda lengua extranjera, que teóricamente puede ofertar el
centro educativo.
A nivel
pedagógico vemos que se da prioridad a unas asignaturas sobre otras, adquieren
importancia Lengua, Matemáticas, Sociales, Naturales e idiomas, mientras que
otras como Educación Física o Artística (incluyendo Música) pasan a segundo
plano. Se reduce su horario e incluso algunos colegios podrán ofrecerlas o no,
eligiendo en su lugar el segundo idioma extranjero. Parece que con la nueva ley
se priorizan los conocimientos científicos y se deja de lado la expresión
corporal y la expresión artística, tan importantes en el desarrollo integral de
la persona y especialmente en la Educación Primaria (6 a 11 años).
La
división de Conocimiento del Medio en Ciencias Sociales y Ciencias de la Naturaleza supone
acabar con el enfoque global en la Educación Primaria
para centrarse en los enfoques propios de cada disciplina (Geografía, Historia,
Física, Química, Tecnología, etc.). De esta manera el niño se encontrará con
una realidad fragmentada y analizada desde cada asignatura, lo que si bien
puede ser correcto en determinadas edades, creemos que no es oportuno hacerlo
en la etapa de Primaria. En definitiva, se acaba con el concepto de áreas y en
su lugar se plantea el de asignaturas.
La nueva
ley se olvida de los estudios hechos en el campo de la pedagogía y que se explican
en las facultades de Educación. Así, se olvida de las fuentes del currículo
(epistemológica, sociológica, psicológica y pedagógica). La primera proporciona
los conocimientos esenciales de las disciplinas, “su estructura interna y las
relaciones que existen entre ellos”. La fuente sociológica determina “los
conocimientos, valores, destrezas, normas, etc. cuya asimilación es necesaria
para que el alumno pueda devenir un miembro activo de la sociedad”. La fuente
psicológica “aporta informaciones relativas a los factores y procesos que
intervienen en el crecimiento personal del alumno”. Finalmente, la fuente
pedagógica “proporciona los avances de la práctica docente, las experiencias
exitosas que se han producido en el trabajo diario en el aula”. (César Coll, Psicología y currículo, editorial
Laia, Barcelona, 1987).
En lugar
de buscar un equilibrio entre estos cuatro elementos, el ministerio opta por
dar primacía a la fuente epistemológica. Esto es particularmente alarmante si
analizamos el currículo de Ciencias Sociales y el enfoque de la historia que es
totalmente lineal y se centra en hechos, personajes y fechas clave. Así propone
el estudio de la Prehistoria y de la Edad Antigua, en 4º (9 años); la Edad
Media y Moderna, en 5º (10 años), y la Edad Contemporánea, en 6º (11 años).
Todo ello con un enfoque anacrónico y un tanto triunfalista (el reino visigodo,
la reconquista, el imperio español del siglo XVI, etc.)
Tampoco
se tiene en cuenta el nivel cognitivo del alumno, su proceso de maduración
psicológica y las aportaciones hechas por Piaget en psicología evolutiva (Seis estudios de psicología,
1964). Piaget planteaba varias etapas en el desarrollo intelectual del niño: La
etapa sensomotora (de 0 a 2 años), la etapa de operaciones concretas (de 2 a 11
años) y la etapa de las operaciones formales (de 11 años en adelante). Sin
tener en cuenta estas aportaciones, la nueva ley pretende estudiar contenidos
complejos en edades muy tempranas, propone conceptos abstractos para niños que
se encuentran en el nivel de desarrollo de las operaciones concretas y que, por
tanto, es imposible que comprendan; como mucho podrán repetir de forma mecánica
las palabras que le proponemos, pero no podrán asimilar conceptos abstractos,
ni organizar esas ideas de forma lógica, ni elaborar hipótesis (en este
sentido, llaman la atención las propuestas de Matemáticas y Ciencias Sociales).
Por otro
lado, la LOMCE suprime la organización por ciclos, que permitía que cada
profesor permaneciera con sus alumnos durante dos cursos académicos. Esa
organización potenciaba un mayor conocimiento del alumno y de sus familias por
parte del profesor y facilitaba un tiempo mayor para que el alumno pudiera
madurar y conseguir los objetivos mínimos para promocionar a un nuevo ciclo. En
su lugar se determina que “cada curso constituye la unidad temporal de
programación y evaluación de la Educación Primaria” (artículo 2 del RD de la
Comunidad de Madrid) Se vuelve así a la idea de un profesor por año académico,
lo que supone que el alumno tenga no tres, sino seis profesores a lo largo de
la Educación Primaria.
A nivel
de organización del profesorado, se pasa de los ciclos de dos cursos, con 5 o 6
profesores para un colegio de línea dos, a dos grandes ciclos (uno de primero a
tercero y otro de cuarto a sexto) con 9 o 10 profesores, donde las aportaciones
son más limitadas y las posibilidades de llegar a acuerdos, menores. Se diluye
la figura del profesor tutor como personaje referente para el alumno, como
vínculo entre la familia y el colegio y como persona que tiene una visión
global del alumno y no limitada a una sólo asignatura. En su lugar se potencia
la idea del profesor especialista con un tiempo compartimentado en muchas
asignaturas y con un programa muy extenso que impartir.
II
A nivel
curricular, la nueva ley define la etapa con unos objetivos generales y una
breve referencia a las competencias básicas. Luego aparecen las asignaturas,
que vienen definidas con unos contenidos, unos criterios de evaluación y unos
estándares (apenas hay referencias a los objetivos de cada asignatura, ni se
explica la forma en que las asignaturas contribuyen a la consecución de las
competencias básicas).
Con el
nuevo currículo aparece un nuevo concepto, los estándares, “que permiten
definir los resultados de aprendizaje, y que concretan lo que el alumno debe
saber, comprender y saber hacer en cada asignatura; deben ser observables,
medibles y evaluables…” (Artículo 2 de la Orden que se establece el currículo
de la Educación Primaria para el ámbito de gestión del Ministerio). Hasta ahora
el currículo respondía a cuatro grandes preguntas (Coll, 1987): ¿qué enseñar?,
¿cuándo enseñar?, ¿cómo enseñar?, ¿qué, cómo y cuándo evaluar? Y a partir de
ahí surgían las respuestas, los objetivos y contenidos, la secuencia de
contenidos, la metodología y la evaluación.
César
Coll (1987) propone, además, tres niveles de concreción en el currículo. El
primero define los objetivos generales de área y las áreas curriculares y su
aplicación corresponde a la administración educativa. El segundo nivel de
concreción consiste en el análisis y secuenciación de los bloques de contenidos,
y corresponde a los centros educativos. Y el tercer nivel de concreción son los
ejemplos de programación atendiendo a determinados supuestos, y corresponde a
los profesores de cada nivel educativo.
Lejos de
este planteamiento, la LOMCE legisla a pie de aula y suprime toda autonomía de
centros y profesores (aunque diga lo contrario). El gobierno central llega a un
nivel de concreción tal que deja muy poco margen de interpretación al
profesado, que se convierte, así, en un mero ejecutor de los planes del
gobierno. El profesor se ve obligado, con la nueva ley, a impartir unos
conocimientos muy concretos y a realizar unas actividades predeterminadas, que
impiden cualquier adaptación de la programación a las características del
alumnado. Ya no será posible tener en cuenta las circunstancias del colegio, ni
las condiciones socioeconómicas de las familias, ni los niveles cognitivos de
los alumnos. Ahora nos encontramos con unos contenidos fijados por los
estándares, que en realidad son los contenidos máximos que cualquier niño de
España debe adquirir al acabar la etapa obligatoria de enseñanza.
En
definitiva, hemos pasado de un currículo abierto (LOGSE, 1990, y LOE, 2006) a
un currículo cerrado (LOMCE, 2013), donde el profesorado se convierte en un
simple ejecutor de los planes del gobierno.
Otro
aspecto a destacar es la desaparición de la clasificación de los contenidos en
tres apartados (conceptos, procedimientos y actitudes). Esta clasificación
aparecía con la LOGSE, se fue difuminando con la LOE y con la nueva ley
desaparece por completo. Por eso ahora se pide hacer un “trabajo de
investigación” sin dar pautas, o “interpretar un cuadro de datos” sin
explicarlo previamente, o “elaborar un climograma” sin que en ningún momento se
trate el tema de manera explícita. Junto con otros temas ideológicos y metodológicos,
son cuestiones que la nueva ley deja en una zona de penumbra (recordemos la
obra de Jurjo Torres, El curriculum
oculto, Editorial Morata, 1991).
III
A nivel
metodológico, el nuevo currículo, con su extensión y sus estándares, deja poco
margen para que el profesor pueda desarrollar tareas de investigación en sus
clases (observación, recogida de datos, elaboración de hipótesis, conclusiones
y difusión). Con el nuevo currículo apenas queda tiempo para explicar el
programa, aclarar alguna duda de los alumnos y evaluar a través de exámenes
escritos. Poco margen también para los trabajos prácticos en el laboratorio, para
medir con el metro y la regla la mesa y el aula, para atender el acuario y el
terrario, e incluso, para la lectura y comentario de libros. Suena un tanto
cínico cuando leemos en la nueva ley que hay que potenciar el trabajo
cooperativo entre nuestros alumnos, que hay que desarrollar el método
científico y que hay que animar a la lectura… Podríamos decir que la única
innovación que se propone es el uso de las TIC y de las pizarras digitales,
como si el uso de una herramienta de trabajo pudiera por sí sólo cambiar los
métodos de trabajo (no hay que olvidar como en los últimos años se han
suprimido los Centros de Profesores, que eran lugares de formación, de reunión
y de intercambio de experiencias entre los profesores y cómo han sido
sustituidos por los cursos “on line” centrados en la informática y en el inglés).
Para
asegurar la puesta en práctica del nuevo currículo el gobierno ha desarrollado,
además, una serie de pruebas para controlar que el profesorado y los colegios
sigan el camino trazado. Así cada tramo educativo (Primaria, ESO y
Bachillerato) tendrá una prueba externa que será elaborada y corregida por
elementos ajenos al profesorado y que servirá para que la administración
controle el grado de cumplimiento de cada centro y de cada profesor. Hay que
señalar que estas pruebas tendrán el carácter de reválida en 4º de la ESO y en
2º de bachillerato, de manera que los alumnos que no superen la prueba no
podrán continuar estudiando (no así en el caso de 3º y 6º de Primaria).
Estas
pruebas sirven, por tanto, para medir el nivel de cada alumno, pero también de
cada centro educativo y de cada profesor. Lo que sólo iba a servir para orientar
a alumnos, profesores y padres se ha convertido en un “ranking” de colegios
según los resultados académicos (caso de la Comunidad de Madrid con las pruebas
CDI de 6º). De esta manera se potencia la competencia entre centros educativos
e incluso entre los propios profesores. Podría ocurrir que esos resultados
también se aplicasen a los profesores y así saber quién prepara mejor a sus
alumnos, quién tiene más aprobados y quién menos… Recordemos que con la LOMCE
el director puede exigir perfiles concretos de profesores que vayan a su centro
y que puede vetar a candidatos. Recordemos, además, cómo ha variado la manera
de seleccionar a los nuevos directores, con un mayor peso de la administración
en detrimento de padres y profesores (en las comisiones de selección antes
había dos padres, dos profesores y dos miembros de la administración y, en la
actualidad, hay un padre, un profesor y tres miembros de la administración). En
la enseñanza concertada, por ejemplo, ha desaparecido la cláusula que decía:
“El despido de profesores de centros concertados requerirá que se pronuncie
previamente el Consejo escolar mediante acuerdo adoptado por la mayoría
absoluta de sus miembros”
IV
Desde el
punto de vista ideológico, creemos que la nueva ley responde a un intento del
gobierno central de acabar con la autonomía de muchas Comunidades Autónomas,
tanto a nivel de lengua cooficial como
de asignaturas y programas específicos de su región. También se pretende acabar
con la autonomía de los colegios y de los profesores y para ello se plantean
unos objetivos y unos contenidos extensos y difíciles de alcanzar por la
población más desfavorecida social y económicamente.
Para
terminar con este análisis, es necesario enmarcar la promulgación de la LOMCE
en el contexto económico, social y político del momento. En lo económico,
destaca la crisis, que suprime puestos de profesores y que lleva al aumento del
número de alumnos por clase. En lo político e ideológico, destaca el refuerzo
de la autoridad del director del colegio, por encima incluso del Consejo
Escolar; el mayor peso de la asignatura de religión cuya nota cuenta para la nota
media del alumno y que tiene una asignatura alternativa obligatoria. También la
propuesta de un currículo cerrado y una visión de la historia anacrónica y triunfalista.
En lo social, destaca el mayor apoyo a la enseñanza privada concertada en
detrimento de la escuela pública.
En
definitiva, creemos que la LOMCE es una ley retrógrada que nos lleva a los años
80 de nuestro sistema educativo, pero, además, nos parece que no es positivo
que se elabore una nueva ley educativa en cada periodo electoral (llevamos
siete leyes educativas desde que se aprobó la constitución, en 1978). Es
necesario que soplen nuevos vientos y que las formaciones políticas que salgan
de las urnas se sienten a negociar y busquen un consenso en materia educativa.
Saldremos ganando todos, padres, profesores y alumnos y la sociedad en su
conjunto.
Valentín
Abalo
2 comentarios:
Muchas gracias, Valentín, por este análisis tan completo de la nueva ley de Educación.
Le has dedicado mayor atención y esfuerzo del que merece esta ley tan zafia, burda e incoherente, incluso consigo misma. Una ley que entra en el sistema educativo, como un elefante en una cacharrería, destruyendo todos los avances previos en los ámbitos pedagógicos, psicológicos, sociológicos, metodológicos... Construida con tal ignorancia que nos ha hecho retroceder medio siglo.
Supongo que publicarás este artículo en algún medio que le dé más divulgación, porque podría servir de guía para cualquier grupo de profesores que quiera tener una rápida aproximación a las características de la ley.
Gracias, Ramón, por tus animosos comentarios.
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