Bichos en clase es un blog inspirado en el trabajo diario con los alumnos y alumnas de un colegio de Madrid. Aquí se muestran sus escritos, sus dibujos y sus excursiones. A partir de 2017 se centra más en cosas del profe como literatura, arte, senderismo, etc.
lunes, 30 de enero de 2017
NADAL VS FEDERER
Ayer pudimos ver un partido histórico entre Nadal y Federer. Dos grandes tenistas que son un ejemplo de compañerismo y "buen rollo" en un mundo deportivo donde predominan las zancadillas y el mal ambiente.
En este enlace podéis leer la noticia.
En este otro una selección de las mejores fotos del torneo.
miércoles, 25 de enero de 2017
EXPERIMENTO CON VINAGRE Y BICARBONATO
Este trimestre hemos empezado a estudiar los temas relacionados con la materia y la energía para poder hacer experimentos en el laboratorio, ya que en el tercer trimestre siempre queda poco tiempo y el alumnado está más cansado. En cursos anteriores y con otros alumnos habíamos experimentado con los cambios de estado y con la materia.
Empezamos por conocer el material que se utiliza: el tubo de ensayo, la gradilla, el vaso de precipitados, la probeta, el mortero, el mechero de alcohol, el matraz (Erlenmeyer, esférico), etc. y de cada uno estudiamos su nombre, el material de qué está hecho y para que se utiliza.
Estos son los dibujos realizados, copiados directamente de la realidad, después de que el profesor los mostrara e hiciéramos un pequeño coloquio con los puntos que hemos señalado. Cada equipo tenía en su mesa un ejemplar de cada material (después de valorar que era un material muy especial y que se rompía con facilidad).
El primer experimento consiste en mezclar vinagre con bicarbonato. Es muy espectacular porque enseguida sube una espuma que se derrama por la mesa y se produce un olor muy fuerte en toda la sala. Necesitábamos un vaso de precipitados, una cucharilla, el vinagre y el bicarbonato. Dos voluntarios trajeron el material y en el laboratorio cogimos los recipientes. Era curioso ver las caras de asombro de los niños y niñas...
Lo hicimos varias veces, probamos con la lengua el vinagre y el bicarbonato y, después la sustancia que quedaba. Al final leímos que el producto resultante no tenía nada que ver con las sustancias que mezclábamos, que se había originado una sustancia nueva, que no era vinagre ni bicarbonato.
También leímos que se originaba un gas especial (que era lo que olía tan fuerte) y para comprobarlo repetimos el experimento pero colocando un globo en el recipiente (ahora utilizábamos una botella de plástico en lugar del vaso, para que el globo se ajustase a la boca del recipiente).
Luego supimos que esto se llama un cambio químico (reacción química), que hemos mezclado un ácido (vinagre) y una base (bicarbonato) y que se obtiene agua salada y un gas (dióxido de carbono).
Para terminar, Chen comentó que qué ocurriría si poníamos antes el bicarbonato en el vaso y luego el vinagre. Lo hicimos y observamos que ocurría lo mismo pero que la espuma subía más despacio y era menos espectacular.
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miércoles, 18 de enero de 2017
VISITA AL MUSEO THYSSEN
Hoy hemos
visitado el museo Thyssen con los alumnos y alumnas de 6º de Primaria para ver unos cuadros relacionados con el Quijote (hace unos años estuvimos en el Museo del Prado en un programa similar que también hemos reseñado en este blog). Afortunadamente ya quedan lejos aquellas visitas tediosas al museo donde se
pretendía ver toda la colección en una mañana, como nos recuerda El País en este artículo.
Durante la visita nos atendía una guía, Elena, que nos conducía por las diferentes salas para ver unas pinturas previamente seleccionadas.
Durante la visita nos atendía una guía, Elena, que nos conducía por las diferentes salas para ver unas pinturas previamente seleccionadas.
TRABAJO
PREVIO: Antes de la visita leímos el libro en clase utilizando un album
ilustrado para primeros lectores (lo que nos permitía mostrar las imágenes a
toda la clase). Así recordamos a los principales personajes (don Quijote,
Sancho, Dulcinea, Rocinante...); hablamos de las aventuras más conocidas (los
molinos de viento, el rebaño de ovejas, el manteo de Sancho, etc.) y del
mensaje del libro (Don Quijote como un caballero idealista y Sancho como un
hombre más práctico).
También
hicimos el dibujo de un caballero con su armadura, su casco, su espada, su
caballo y su lanza y representamos en un teatrillo alguna de las aventuras (Don
Quijote era Adam, y Sancho Panza, Urrego).
Además,
hicimos un plano con las plazas de Embajadores, Atocha, Neptuno y Cibeles y
señalamos los principales museos de la zona: El museo del Prado, el Reina
Sofía, el Thyssen (y además, la Casa Encendida, Caixa Forum, el Circo Price, el
Jardín Botánico, etc.)
DURANTE LA
VISITA: Antes de entrar pudimos dar un paseo rodeando el museo del Prado y localizando
las entradas principales (la de Goya, la de los Jerónimos, la de Murillo y la
de Velázquez). Por fín entramos en el Thyssen y la guía nos fue explicando cada
cuadro seleccionado. Pero no lo decía todo ella sino que les preguntaba a los
chicos y ellos iban comentando lo que veían y sacando conclusiones (la visita
duró unos 90 minutos).
TRABAJO POSTERIOR: Después de la visita hicimos una lista con los cuadros seleccionados y recordamos su relación con el libro de Don Quijote,
Casa giratoria (molinos
de viento)
Retrato de una dama
(Dulcinea del Toboso)
Paisaje realista de un
río y unas ruinas (otras damas y otros oficios)
Caballero joven (los caballeros
renacentistas)
Paisaje llano de los Países
Bajos (la Mancha)
Personajes estrafalarios en la ciudad
(Don Quijote y Sancho)
También hacemos problemas de Matemáticas relacionados con la visita, como se puede ver en este enlace.
Al valorar lo que nos había parecido, todos coincidimos en que ha sido una visita entretenida y que nos había gustado mucho (la verdad es que es una pena que viviendo en Madrid, un alumno pase por la Educación Primaria sin visitar alguna de las pinacotecas que tenemos en la ciudad).
(Ilustraciones: Casa giratoria, 1921; Joven caballero en un paisaje, 1510, y El hombre blanco, 1907. Todos ellas expuestas en el Museo Thyssen. Cuaderno de Jia Li).
Al valorar lo que nos había parecido, todos coincidimos en que ha sido una visita entretenida y que nos había gustado mucho (la verdad es que es una pena que viviendo en Madrid, un alumno pase por la Educación Primaria sin visitar alguna de las pinacotecas que tenemos en la ciudad).
(Ilustraciones: Casa giratoria, 1921; Joven caballero en un paisaje, 1510, y El hombre blanco, 1907. Todos ellas expuestas en el Museo Thyssen. Cuaderno de Jia Li).
jueves, 12 de enero de 2017
miércoles, 11 de enero de 2017
QUERIDOS PROFES
Es muy agradable leer textos como este, donde personas que llegan a adquirir cierta fama recuerdan a los maestros y profesores que le dieron clase en su niñez. Edmundo Paz Soldán es un escritor boliviano que publica una columna en El País Semanal. El artículo se titula "Queridos profes" y dice así:
Don Urbano Mérida y don Néstor
Ávila hicieron mucho por mí y probablemente no lo saben todavía, no del todo,
porque a pesar de que los mencioné por aquí y por allá y de que mi primer texto
de ficción publicado en un periódico estaba dedicado a usted, don Néstor, fui
parco cuando estuve con ustedes. De hecho, profesor Mérida, la última vez que
lo vi fue hace tiempo, cerca del estadio Félix Capriles en Cochabamba, usted
caminaba por la acera perdido en lo suyo y dudé de si acercarme a saludarlo y
al final no lo hice.
A los 10 años, en quinto básico del colegio Don Bosco, cerca de la plazuela de Quintanilla, usted fue mi profesor, don Urbano, puede que no se acuerde, cuántos chicos habrán pasado por sus aulas. Usted era pequeño y flaco y calvo y llegaba al colegio en bicicleta. Se me han olvidado todas las clases que nos daba, lo cual, supongo, es normal, excepto el hecho de que instituyó un tiempo dedicado a la lectura la última hora de los viernes. En un armario a un costado de la puerta de entrada tenía guardada una pila de libros, en esa hora éramos libres de escoger el que queríamos, volver a nuestro pupitre, y leer, simplemente leer.
Algunos compañeros se aburrían, otros lo veían como un deber más; para mí, en cambio, ese era el momento de la semana que esperaba con ansias: una hora dedicada exclusivamente a la lectura libre, desconectada de tareas. Entre esos libros descubrí los de Emilio Salgari y los leí uno tras otro, me gustaban sobre todo los del pirata Morgan, el primer personaje de ficción que me fascinó de verdad. Mis padres me recuerdan leyendo desde que era muy niño, profesor Mérida, pero eran sobre todo revistas y periódicos; con usted me enganché con las novelas, con los mundos construidos a base de imaginación y lenguaje, un entusiasmo que no ha decaído hasta ahora y que me conectó con la escritura y el deseo de construir también mis propios mundos.
Cuatro años después comencé el ciclo de medio y me tocó usted como profesor de literatura, don Néstor (ya fumábamos en esa plazuela y nos agarrábamos a golpes, visitábamos chicherías cerca del puente a doscientos metros, íbamos a las primeras fiestas y las chicas nos asustaban). Era alto y de gafas negras, lo llamábamos la Pantera Rosa por su andar lánguido y displicente por el aula. Una vez nos asignó una versión abreviada del Quijote y yo no hice la lectura y tuve la mala suerte de que me llamara al frente. Confesé que no lo había leído y mentí cuando me preguntó el porqué: estaba leyendo la versión completa del Quijote. Me dio una semana para terminarlo; llegué a tiempo después de días y noches obsesivas de lectura.En los cuatro años que mediaron entre el profesor Mérida y usted, profesor Ávila, mi dieta había sido de novelas policiales casi en exclusiva, desde Agatha Christie a Ellery Queen, que mi padre, gran lector, tenía en su biblioteca (también leí algún libro sobre la revolución boliviana que encontré en casa, y los de la “madame alegre” Xaviera Hollander, que escondía bajo mi colchón). Usted me vio deslumbrado por La metamorfosis y Ficciones en clases y sospechó que quizás lo que necesitaba era orientación en mis lecturas, de modo que comenzó a prestarme ejemplares de su biblioteca personal para que los leyera por mi cuenta. Recuerdo una edición plastificada de La casa verde y mucho García Márquez; su interés principal era el boom, y si bien nos daba los libros cortos en clases –Crónica de una muerte anunciada, Los jefes, Aura–, a mí me llegaban, a manera de mensaje secreto, como un contrabando que me hacía sentir privilegiado, esos novelones en los que me perdía los fines de semana.
Nunca volveré a leer de esa manera tan concentrada – estos días me dejo interrumpir con facilidad por Internet–; mi idea de lo que puede dar un libro a quien se entregue a él es anacrónica, está atada a una intensidad que hoy solo me ocurre a cuentagotas, una hora por aquí, una hora por allá, está atada a ustedes, don Urbano y don Néstor.
A los 10 años, en quinto básico del colegio Don Bosco, cerca de la plazuela de Quintanilla, usted fue mi profesor, don Urbano, puede que no se acuerde, cuántos chicos habrán pasado por sus aulas. Usted era pequeño y flaco y calvo y llegaba al colegio en bicicleta. Se me han olvidado todas las clases que nos daba, lo cual, supongo, es normal, excepto el hecho de que instituyó un tiempo dedicado a la lectura la última hora de los viernes. En un armario a un costado de la puerta de entrada tenía guardada una pila de libros, en esa hora éramos libres de escoger el que queríamos, volver a nuestro pupitre, y leer, simplemente leer.
Algunos compañeros se aburrían, otros lo veían como un deber más; para mí, en cambio, ese era el momento de la semana que esperaba con ansias: una hora dedicada exclusivamente a la lectura libre, desconectada de tareas. Entre esos libros descubrí los de Emilio Salgari y los leí uno tras otro, me gustaban sobre todo los del pirata Morgan, el primer personaje de ficción que me fascinó de verdad. Mis padres me recuerdan leyendo desde que era muy niño, profesor Mérida, pero eran sobre todo revistas y periódicos; con usted me enganché con las novelas, con los mundos construidos a base de imaginación y lenguaje, un entusiasmo que no ha decaído hasta ahora y que me conectó con la escritura y el deseo de construir también mis propios mundos.
Cuatro años después comencé el ciclo de medio y me tocó usted como profesor de literatura, don Néstor (ya fumábamos en esa plazuela y nos agarrábamos a golpes, visitábamos chicherías cerca del puente a doscientos metros, íbamos a las primeras fiestas y las chicas nos asustaban). Era alto y de gafas negras, lo llamábamos la Pantera Rosa por su andar lánguido y displicente por el aula. Una vez nos asignó una versión abreviada del Quijote y yo no hice la lectura y tuve la mala suerte de que me llamara al frente. Confesé que no lo había leído y mentí cuando me preguntó el porqué: estaba leyendo la versión completa del Quijote. Me dio una semana para terminarlo; llegué a tiempo después de días y noches obsesivas de lectura.En los cuatro años que mediaron entre el profesor Mérida y usted, profesor Ávila, mi dieta había sido de novelas policiales casi en exclusiva, desde Agatha Christie a Ellery Queen, que mi padre, gran lector, tenía en su biblioteca (también leí algún libro sobre la revolución boliviana que encontré en casa, y los de la “madame alegre” Xaviera Hollander, que escondía bajo mi colchón). Usted me vio deslumbrado por La metamorfosis y Ficciones en clases y sospechó que quizás lo que necesitaba era orientación en mis lecturas, de modo que comenzó a prestarme ejemplares de su biblioteca personal para que los leyera por mi cuenta. Recuerdo una edición plastificada de La casa verde y mucho García Márquez; su interés principal era el boom, y si bien nos daba los libros cortos en clases –Crónica de una muerte anunciada, Los jefes, Aura–, a mí me llegaban, a manera de mensaje secreto, como un contrabando que me hacía sentir privilegiado, esos novelones en los que me perdía los fines de semana.
Nunca volveré a leer de esa manera tan concentrada – estos días me dejo interrumpir con facilidad por Internet–; mi idea de lo que puede dar un libro a quien se entregue a él es anacrónica, está atada a una intensidad que hoy solo me ocurre a cuentagotas, una hora por aquí, una hora por allá, está atada a ustedes, don Urbano y don Néstor.
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